"La hora del rechazo", Jorge Alemán. Publicamos el "Prólogo" de María Navarro.
Y más poemas...
Latitudes adyacentes
María Navarro
Recojo esta hora tuya, La hora del rechazo. La hora que marcará todas las horas, la hora única y final del poema logrado por fin en la añoranza del verbo inexistente.
Mi lectura. La daga en las pupilas de una voz hombre y mujer, quizá muchas más cosas maravillosas y temibles. No hay prólogo posible, tampoco explicación ni comentario, solo la ola indescifrable, poema que golpea en la lectura. El resplandor donde existir y saberse culpable es solo una quimera aunque estalle la vida en su fulgor. Recojo esa hora previa a todo conocimiento. Nada puede impedirlo.
Es sorprendente cómo el poeta trasmuta las palabras, el agujero de su eco, en un enjambre que se vuelve visible en el sonido. Y es única la marca, el trazo que atraviesa el poema y nos orienta en saber dónde está el continente que lo acoge. En la poesía de Jorge Alemán está la patria, la construyó una línea, una que permite saber cuál es la tierra, esa ciudad a la que se vuelve siempre. La hora del rechazo que vibró con la sangre primera y mana ahora en cada verso. El neologismo dibuja su horizonte, extimidad diría el pensador, un término de latitudes adyacentes.
Recojo imposible La hora del rechazo, la rebelión a un orden que nunca fue definitivo, ese añorado, explorado y jamás cierto en la singularidad del poema.
Jorge Alemán es un poeta generoso, nos presta su carne de calígrafo, su indagación de lo oscuro para apresar lo que queda del verbo, pues el lenguaje es inoperante, inaccesible para el concepto que se vuelve inválido frente a la enormidad de lo real. Y nos la ofrece desde un litoral nombre de mujer, madre y nunca madre que lo deslizó al mundo. Un mundo que el poeta abraza en el saber de un amor que jamás será inocente porque el amor también habita la desdicha.
La hora del rechazo no es un poemario de fácil lectura, pero solo lo difícil resulta estimulante, coma diría Lezama. El pálpito de lo que respira despierta y nos convoca a transitar por el borde del continente que son los cuatro poemas que convergen en uno, La hora del rechazo, comparable en su singularidad a la Tierra baldía de Eliot. Sí, el páramo donde se labra la vida. Una hora, una y múltiple donde nada va a acontecer, porque está aconteciendo siempre.
Todo lo que esta poesía ha llegado a ser estaba ya anunciada en la enunciación de sus poemarios primeros, donde no zafarse ha sido el camino irrevocable hacia un saber que jamás responderá del lado de los hombres. No saber para arribar más allá de Siracusa, más allá del destierro, a la libertad que le permitió al poeta leer con el ojo femenino del abismo. Una prisión sin rejas, pienso, donde escribir la terrible sombra que atravesó su escritura le regaló el poema. Dile a los Hombres Safo, dile.
Safo dile a estos hombres cuya piel entrará en las
sombras que la pasión solo ancla en el dolor y repite
una página sabida y en cambio la bondad imprevista
descubre a Eros en su verdadero rostro.
(...)
Safo dile a ese hombre que ya no queda sitio donde ir / que no hay mar que tenga que
atravesar / que no lo esperan en ningún lado / y que él mismo tendrá que tener el coraje de
saber vivir sin recuerdos que lo enfermen / tendrá que ser valiente y sentir en su interior el
nacimiento del poeta que enseña a vivir sin amor.
Recojo esa hora que permitió existir la huella de todas las naciones en el rostro, huella el poema que siempre es el exilio donde caben también los arrojados del mundo. Supo el poeta muy temprano que somos la espuma de la ola, que el nombre es la impostura por el dolor y la rabia, por el amor, nuevamente el amor, que desconoce los besos y el latir de uno solo que nunca clamará nuestro nombre. La hora del rechazo que hoy como una partitura traza su polifonía y navega aunque sola entre los otros. Tantos poetas que le dieron palabras, tantos que quisieron y no pudieron ser poetas. El pensamiento agudo, aunque cuando golpea el poema, no nos sirve para su lectura la academia.
Recojo ese rechazo donde apela el poeta al Tipo que le habla que se engendra en su voz y le interpela. Le dice. No hay equivocación, como en los que salen a faenar en el mar de dócil apariencia, el cuerpo se hace también pescador de las profundidades y atrapa su escritura en las arenas de un retorno imposible. Desvalimiento irremediable pero no terminal que engendra vida.
Ese Tipo que alerta del estallido del odio que quiere pasar por amor a la justicia. Pero el mar mordido muerde. Deja sus heridas. Y le habla el tipo. Y lo escuchamos y lo acabamos amando, por extraño, por la ternura anhelada, porque es el tipo de las calles, el tipo amigo, el tipo amante. También el tipo que sin escrúpulos nos dice que el infierno es la piel.
Entonces el tipo me decía que no lo confundiera con una voz y que no siguiera hablando con
él si no quería perder los pocos recuerdos.
Porque él tenía derecho a no tener pasado ya que no tenía ningún plan ni para el próximo
instante.
Antes, en nuestra lectura fue el Padre, el Río, la salvación efímera pero no la que da el velo para no saber de la boca feroz que dictó sentencia. Ese mar que siempre sera ajeno, cuna de la autonomía del poema, cuna de lo que no esta de espaldas al mundo y se encarnó en el cuerpo. La hora del rechazo que hizo posible en la demanda del poeta, un último esfuerzo para creer en la inocencia, en el momento del amor indestructible de la infancia. Pero no, los dioses engendran a otros dioses, la soledad hombre-mujer. Insiste el poeta, Tipo ahora
El tipo dice que si se capta el presente puro por fuera de los ríos del tiempo y no hay lugar
para el sentido / se esfuman todas las escenas / ni las pesadillas más sórdidas aguantan el frío
poderoso de ese instante / un abrir y cerrar los ojos que no tiene historia / entonces ahí dice el
tipo y solo ahí aparece el único nombre que te eligió / tu momento fallido en la pila bautismal
donde nunca has estado como una criatura propicia / mientras la guerra canta para vos una
canción de cuna semejante a una mujer.
Y sabemos ya desde el comienzo que entender la cadencia sería un fin inútil que en la totalidad del poema el poeta se juega hasta la última palabra, la moneda que el bolsillo vacía y se hace verdad lo impronunciable.
Con una barca rota y un solo remo / con un barco de velas transido por el rayo del mal / con
mis brazos entumecidos por la noche del oleaje / entre fieras marinas venidas del tiempo
eterno / sea como sea / llegaré a tu orilla.
Sólo aguarda el encuentro.
Más poemas
Se suicida en vos
Se enloquece en vos
Se mata y renace en vos
pero nunca con vos.
Él hablaba y hablaba y no podía con el propio frío desconocido que ella cubrió con un saber antiguo.
Y Safo le dio una llave para entrar en los secretos del tiempo y el hombre se empeñó en donarla como una virgen a los filósofos extraviados
Así se equivocó por muchos años
Hay tierras habitadas que no conocen el amor y hay encuentros en el medio del sueño que sólo se cumplen besando una pesadilla desnuda
Y si buscó a Safo no fue solo para devolver la llave sino para escucharla reírse de él y de su derrumbe porfiado.
Entonces el tipo me decía que no lo confundiera con una voz y que no siguiera hablando con él si no quería perder los pocos recuerdos
Porque él tenía derecho a no tener pasado ya que no tenía ningún plan ni para el próximo instante
Es impresionante lo fácil que es ver a la belleza en su pura nada cuando no desea ya mostrarse
Saber que su toque de luz también estuvo en los días difíciles
Así que no me hables de lo que va y viene o sube y baja porque vivo en otro tiempo que el tuyo me dijo el tipo mientras se iba de mi alma.