Carlos Gorriarena, El regreso de los dinosaurios
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Habré comenzado a seguir los textos, charlas, libros, seminarios y todo tipo de producción de Jorge Alemán desde hace unos 15 a 20 años; no creo necesario en este texto ahondar ni detenerme en precisiones accesorias que desviarían la atención de su propósito, aunque al iniciar estas líneas aún no lo tenga demasiado claro; si vale decir que fue en una entrevista con Osvaldo Quiroga en el programa “Otra Trama” de la TV Pública o un formato anterior donde pude notar que el tipo no solo tenía cuestiones interesantes para decir sino que sus apuestas teóricas eran bastante arriesgadas, se jugaba el pellejo en cada conjetura o definición, y estaba dispuesto al debate dentro del campo de su incumbencia con quien sea y con el mayor respeto y la generosidad más increíble que haya visto en ninguna disputa discursiva. Alemán se transforma desde entonces en una referencia ineludible a la hora de pensar lo social y lo político hasta hoy en día, y creo que por un tiempo más al menos. Con las pocas herramientas de psicoanálisis que adquirí en mi paso por la Escuela Freudiana de Buenos Aires intenté seguir parte de su obra, ya que ni su sombra podría seguirle el ritmo a todo lo que produce. Es importante decir que mi formación en dicho campo con el tiempo pude darme cuenta que no tenía como objetivo ubicarme del lado del analista, sino como aporte a entender mi propio análisis, qué orientación tenían las analistas por las que transité y también poder entender algo del bicho humano que no cesa de provocar la destrucción. Creo que Jorge siempre está subiendo la vara del debate y que eso le ha permitido una vigencia constante a lo largo de su obra. Al subir la vara no solo sube el piso de la discusión desde donde vuelve a partir para seguir desafiante con sus apuestas, sino que también nos ofrece algunos escalones a muchos que lo seguimos como podemos, con nuestros recursos muy limitados a veces, permitiéndonos hacer también apuestas por más que no estén acompañadas de la solvencia teórica desde donde él las propone. Sin pretender ubicarnos a la par de su obra ni cien escalones más abajo, que también sería irrespetuoso, creo que los pisos a donde él nos lleva pueden ser atravesados por algo de lo que nos pasa en el cuerpo a quienes nos sentimos convocados desde lo popular, para dar rienda suelta a nuestra irreverencia y arriesgar como Jorge nos ha enseñado algunas conjeturas que nos tomen, claro está, con mucho menos por arriesgar de lo que sus apuestas implican.
Luego de este preámbulo que me parece sumamente necesario para intentar dejar claro desde dónde escribo, para no faltar el respeto a Jorge y tampoco arrogarme alguna originalidad en mi análisis, pasaré a desarrollar mi idea.
Creo muy acertadas las conjeturas y análisis de Jorge en sospechar en las conductas de los seguidores y adherentes de las ultraderechas mundiales rasgos más que evidentes de una psicosis colectiva en ciernes. Sin querer profundizar en la descripción de dichos rasgos que él se ha ocupado muy bien en caracterizar, me cabe la sospecha si no se estará quedando demasiado corto con su provocadora definición y si ante lo que verdaderamente estamos no sería un caso de perversión colectiva. Lo que me lleva a conjeturar sobre esta posibilidad es que a la psicosis vulgarmente se la relaciona con la locura (entiendo que la locura también tiene un campo fértil dentro de la estructura neurótica) y la locura puede conllevar una ambigüedad extrema; podemos estar locos de remate, podemos ser unos locos hijos de puta o de mierda, o también podemos estar locos de amor o ser unos locos lindos. A qué voy con esto? Que la locura siempre es del otro y no quedamos directamente implicados en su locura. Nos podemos hacer los desentendidos como gran parte de la sociedad argentina lo está haciendo en estos momentos. Qué se puede hacer con un loco? Es la pregunta que subyace y que nos exime de sabernos concernidos en las atrocidades que esos locos estén dispuestos a hacer. La locura se supone impredecible y es ahí donde nos toma por sorpresa, donde nos inhibe de intervenir en tiempo real; desde donde todavía brota nuestro desconcierto y seguirá brotando si continuamos dándoles la ventaja de que juegan dentro de las lógicas de la locura; que además, como buenos neuróticos/as que somos, nos toma la empatía (palabra que al igual que Jorge considero muy nociva), e intentamos ubicarnos en el lugar de sufrimiento por el que atraviesa quien transita la locura, aflorándonos una misericordia suicida. Cuáles serían los inconvenientes en poder conjeturar que estamos ante un tipo de perversión colectiva? Primero que quedamos todos directamente implicados dentro de la perversión y eso no es nada fácil de asumir. Un perverso no busca a otro perverso para cometer su ultraje, porque ninguno de los dos lograrán angustiarse en esa búsqueda. No se puede dar que un/a perverso/a sádico/a busque a un/a perverso/a masoquista y viceversa cómo presa para su saciar su violencia; siempre están a la búsqueda de los/as neuróticos/as que son una garantía de angustia, y que puede ser ilimitado donde lleguen con esa angustia (la muerte del otro o la propia en el caso de un/a masoquista). No podemos nombrar al perverso mientras estamos dentro de la trama de complicidades que teje para seguir angustiando hasta la muerte a toda una población. Debemos empezar a nombrar la perversión para poder empezar a liberarnos de ser solidarios a la trama que la sostiene. Le seguimos haciendo el juego si los ubicamos dentro de la locura a estos perversos hijos de puta. Es claro que no nos podemos correr de un saque desde ese ominoso lugar porque toda la sociedad está entrampada y nadie queda exento de a dónde hemos llegado. Será de a poco que podremos ponerles palabras al ultraje para que algo empiece a cambiar. Creo que lo más importante ahora es no frenar a quienes hace rato se dieron cuenta qué ropajes traía a esta runfla de perversos al poder y animarnos a sostener sus luchas para desenmascarar toda la maldad que tiene esta gente. Digo, que los tiene porque el/la perversa no tiene nada propio, se encuentra secuestrado/a a la demanda de un otro que seguramente nunca haya querido que existiera. Sería posible en esta lógica que Bullrich no crea que esté mintiendo cuando intenta doblar pruebas irrefutables que si alguna vez hay justicia deberá ser condenada; como cuanto haya dicho y hecho Milei. Recordemos que Videla se murió creyendo que había hecho lo que debía hacerse por más cruento que haya sido.
Excelente!