La frase del título se la debemos en exclusiva a Steve Bannon. Bannon es célebremente conocido por ser uno de los fontaneros del caos, el ideólogo de los métodos y discursos que han depositado a una llamativa secuencia de líderes en el poder. Trump, Meloni, Le Pen, Orban o Milei han inaugurado una nueva forma de hacer y ejercer la política.
Inundar todo de mierda es el procedimiento, una tormenta de titulares y afirmaciones que satura el debate y manipula la atención. Mientras los medios intentan gestionar las sacudidas emocionales que producen las noticias y declaraciones delirantes, por debajo y en la sombra, el poder opera sin mayores resistencias. El enemigo a batir, en palabras del propio Bannon, es el ecosistema mediático y la opinión pública.
El triunfo de un aspirante al poder ya no consiste en la persuasión política tradicional, sino en desplegar con éxito un arsenal de insultos, troleos y exabruptos que dinamitan la conversación pública. La mierda es el arma de guerra, la munición que destruye la credibilidad y la empantana, activando aquellos resortes emocionales a los que estamos preparados para reaccionar. La batalla se libra fundamentalmente en las redes, y los algoritmos que las gestionan aman la mierda por sobre todas las cosas. La difunden, la promueven y la viralizan. A los algoritmos, por supuesto, no les interesa la verdad sino la velocidad de propagación del incendio. Hace unos días, después de un inédito apagón eléctrico en España, Santiago Abascal, líder del partido de ultraderecha Vox y tercera fuerza en el parlamento, afirmó que fue el propio presidente quien ordenó cortar la luz en todo el país el día en que su hermano tenía que declarar en un juzgado. Su afirmación se propagó de inmediato por las redes sociales y, por la tarde, mientras la gente esperaba en las terrazas y parques que se restituyera el suministro, era una de las teorías más repetidas.
Pero no solo se trata de una cuestión política, sino de una transformación más profunda cuya raíz es también cultural.
IA Slop es el término que describe cómo la inteligencia artificial está llenando la red de mierda. En muy poco tiempo, todo el contenido creado por humanos será reemplazado, casi por completo, por contenido generado por IA. El resultado de este proceso es un colapso del ecosistema de información, donde —como ya se aprecia—, muchos usuarios parecen haber perdido por completo la capacidad de saber qué es real y qué es falso. O, peor aun, ni si quiera les importa. Los algoritmos y motores de búsqueda priorizan este tipo de contenido y es cuestión de tiempo que la IA sepa encontrar la forma de posicionarlo. Quizás bastará con que el usuario escriba en el prompt : “Ahora hazlo viral” para que la magia suceda.
YouTube se está llenando de videos hechos por IA y cualquiera que use Instagram sabe que hay un bombardeo constante de reels producidos con inteligencia artificial. Muchas de las millones de canciones que se encuentran en Spotify están hechas por plataformas de IA generativa, que crean música desde cero con solo unos pocos clics. Algunas cifras son realmente alarmantes: el número promedio de nuevas canciones subidas a Spotify es de 120.000 al día —repito, al día— de las cuales un gran porcentaje están hechas por entes no humanos.
En el mundo editorial las cosas no van mejor y los libros autopublicados con IA han inundado la oferta de Amazon. El fenómeno es de tal magnitud que ha obligado a la compañía dirigida por Jeff Bezos a tomar la decisión de que los autores puedan publicar un máximo de «solo» tres libros al día.
Pero más allá de lo enormemente deprimente que nos pueda resultar el aplanamiento cultural, hay sin duda un problema aun mayor y tiene que ver con el control de la narrativa. No solo será cada vez más difícil descubrir valor al aumentar exponencialmente la cantidad de mierda, sino que sucederá lo mismo —ya sucede, de hecho— con la información. Aquel marco cuya función ha servido históricamente para orientarse en sociedad, es hoy gestionado por algoritmos que priorizan lo emocional por sobre lo genuino, lo impactante por sobre lo verdadero, lo pirotécnico por sobre lo reflexivo, lo violento por sobre lo provocativo y lo repetitivo por sobre lo original.
Ante tal nivel de caos, la respuesta natural tiende a ser la desafección. O, como comprobamos a diario, una epidemia de nihilismo de proporciones desconocidas. Frente a tal desasosiego, el autoritarismo es una gran respuesta. Se trata de una fórmula rápida y sencilla para simplificar las vidas, regresando a un supuesto status quo donde alguna vez hubo un orden ideal. Si algo tienen en común los líderes autoritarios, es la promesa de devolvernos a aquella calma que precedió al diluvio.
No debe existir nada más eficaz que inundar todo de mierda y luego ofrecer el refugio a donde huir.
Muy claro tu texto, ayuda a pensar.Gracias
Gracias por tu texto. 2 + 2 = 4