Žižek, ¿un (psico)analista de la filosofía? | Entrevista a Jorge Alemán, por José García Molina.
En Res Pública | Revista de Historia de las Ideas Políticas • Vol. 23, Nº 3, 2020 • Ediciones complutense
La presente entrevista al psicoanalista y escritor Jorge Alemán se desarrolla en pleno momento de confinamiento por los estragos que a nivel mundial está causando el Coronavirus. Resulta prácticamente imposible abstraerse de una situación de la que sabemos que, sin tener certezas de en qué dirección cambiará de manera significativa nuestros estilos de vida y de relación con los demás y, qué duda cabe, tendrá consecuencias políticas aun incalculables. Es un momento definido por el no saber, por la incertidumbre y la intranquilidad. Aún estamos en shock, sin posibilidad de hacer una experiencia de lo que acontece; es decir, sin poder establecer un discurso o una narración que nos oriente. Hoy todavía no podemos más que balbucear sobre lo que nos pasa. Podemos hablar, conjeturar, pero cuando un real de este calibre acontece, no hay teoría, imaginario o ideología que pueda reclamar por derecho propio contar con todos los elementos del discurso o la narración que puede volver el horror experiencia. Así, aunque la conversación gira en tornos a tres aspectos teóricos y políticos que nos resultan problemáticos en la producción de Žižek, es imposible que el desarrollo de ésta no quede determinado –en el fondo y en la forma– por la coyuntura y su alcance global. En cualquier caso, el camino que sigue la conversación quiere abordar las singulares relaciones que la filosofía de Žižek mantiene con el psicoanálisis lacaniano, sin dejar de abordar al mismo tiempo las disputas políticas del filósofo con la teoría y práctica populista. Frente a “la tentación populista” Žižek piensa que los proyectos políticos emancipatorios deben inscribirse en otras formas de movilización política, aunque podría decirse que más allá de la enunciación y la declaración de intenciones las mismas quedan sin ser explicitadas en su materialidad u operatividad concreta. Al hilo de todas las cuestiones tratadas, el final de la conversación no quiere dejar pasar la oportunidad de pensar las posibilidades y límites de una tercera vía para una “izquierda lacaniana hispanohablante” que, a diferencia de las tentativas universitarias y filosóficas de Essex o Liubliana, no inscriba la enseñanza de Lacan en un orden filosófico preexistente, ni se deje atrapar por coartadas metafísicas en su esfuerzo por seguir pensando proyectos políticos emancipadores desde una escritura de izquierdas.
José García Molina. –Quisiera comenzar la entrevista rescatando algo que dijiste en respuesta a una intervención desde el público en una conferencia que impartiste en la Universidad de Granada en 2018 . Decías algo que no hubo tiempo para desarrollar y que, en mi opinión, tiene algo de enigmático: “el psicoanálisis, la política y la filosofía tienen la misma fuente. Y que, de hecho, donde desaparece la filosofía desaparece el psicoanálisis y desaparece la política”. ¿A qué te referías con esta afirmación?
Jorge Alemán. –Es muy preciso este recuerdo y, en efecto, en aquellos países donde ha desaparecido la filosofía, en el sentido radical de un saber que se propone estudiar las condiciones que permiten una experiencia transformadora, el psicoanálisis se ha debilitado en su presencia –especialmente en su especificidad clínica refractaria a ser reducido a una psicología o a una mera práctica profesional–, y también la política se ha profesionalizado de tal modo que ya ni conciben una experiencia popular. Es cierto que hay que respetar los cortes entre psicoanálisis, filosofía y política, que siempre han constituido una exigencia epistémica; sin embargo, hay muchos países de Europa y América donde la lenta desaparición de los tres ámbitos ha corrido paralela.
J. García Molina. –¿En qué puntos puede ser fructífera una lectura filosófica de la enseñanza de Lacan? ¿Yerran los filósofos al intentar “conceptualizar” una enseñanza que, sin negar que bebió de la historia de la filosofía, tendió a escaparse del trabajo del concepto para elaborar topologías, matemas y fórmulas que pudiesen decir algo de lo real? ¿Y al hilo de esta misma pregunta, qué consideración particular te provoca el uso que Žižek hace de la enseñanza de Lacan?
J. Alemán. –Ha sido un arma de doble filo. Por un lado, gracias a Lacan, la filosofía ha abandonado sus ensoñaciones sobre lo real. El juego entre lo imposible y lo contingente ha cobrado, gracias al psicoanálisis, un lugar muy relevante en las filosofías de la Emancipación y, por último, la brecha sin sutura, la división irreductible del sujeto en la filosofía poslacaniana está totalmente asumida. Žižek, con su gran trabajo sobre el idealismo alemán y particularmente Hegel, es el exponente mayor de esta operación. La cuestión que se plantea en este punto es si la filosofía es el rodeo por el cual el psicoanálisis sea integrado y domesticado por el Discurso Universitario, sede natural e histórica de la filosofía. Aquí el psicoanálisis, cuyo discurso no se rige por la filosofía, debe no bajar la guardia.
J. García Molina. – El propio Žižek ha dicho que la relación entre Lacan y la filosofía sólo puede abordarse de manera adecuada si se evita la trampa de una “clara línea divisoria entre ambas”, lo que no implica asumir la posibilidad de una unidad sintética sino una relación similar a la que mantienen las dos bandas de la cinta de Moebius: nuestro recorrido avanza por una banda y, de repente, se encuentra con la otra.
J. Alemán. –Es una solución astuta y lacaniana en su apariencia, Žižek juega con ser el mediador evanescente entre los dos lugares. Pero finalmente lo que Žižek hace es filosofía. De hecho, más allá de los momentos anecdóticos referidos a lo político, su hallazgo más importante es su intervención sobre Hegel, pues vuelve a Hegel y lo convierte en el antecedente mayor de Lacan.
J. García Molina. –Žižek ha dicho que el psicoanálisis no es filosofía, sino un modo de intervención radical en la filosofía. ¿Estarías de acuerdo con esta afirmación dado que tú mismo has sugerido que el psicoanálisis puede intervenir en la política invitando a una “desidealizacion” y a pensar un orden colectivo que no borre la dimensión de fractura y vacío constitutivo del sujeto?
J. Alemán. –Sí, coincido contigo, es una fórmula que me resulta pertinente. El materialismo se ha renovado en la filosofía gracias a la “desidealización” ejercida por la intervención lacaniana. Žižek incluso se propone demostrar que el idealismo alemán es donde se encuentran las verdaderas condiciones para una renovación del Materialismo.
J. García Molina. –Siguiendo en esta línea, ¿qué opinión te merece la idea de que Žižek podría estar ejerciendo las veces de (psico)analista de los fantasmas y fantasías de la propia filosofía?
J. Alemán. –Bueno, has encontrado un modo excelente de definir su operación. Žižek no práctica el psicoanálisis y me atrevería a decir que, como la mayoría de los filósofos, es escéptico con respecto a la cura analítica. Pero es cierto que sus interpretaciones van por el lado de señalar las inconsistencias e incompletudes del “fantasma filosófico”.
J. García Molina. –Cambiando de tema. La teorización política desde el marxismo clásico contaba con un sujeto histórico –el proletariado– destinado a una Revolución que acabaría con las clases sociales y, por extensión, con el antagonismo social. Tú has señalado insistentemente que hoy ya no contamos con un saber ni un lugar de privilegio desde el señalar el sujeto político que llevará a cabo la revolución o el proyecto emancipatorio. ¿Qué opinión te merece la apuesta de Žižek de seguir abogando por la reactivación de una lucha de clases basada en la solidaridad global con los explotados y los oprimidos?
J. Alemán. –En algunas ocasiones parece evidente que queda atrapado en un imaginario político conflictivo y estéril, ya que él habla de esa supuesta “reactivación” sin hacerse cargo del modo de construcción política que debería acontecer y en qué coyuntura, y con cuál correlación de fuerzas se podría dar esa solidaridad. Es la observación de Laclau, la idea de la solidaridad no es lo mismo, no es equiparable, a la de una “cadena equivalencial” de distintas demandas heterogéneas. Creo que el espectro de Laclau, al que Žižek trata despectivamente con su uso masivo del término populista, aún sobrevuela en los textos de Žižek.
J. García Molina. –¿Consideras que las críticas que Žižek lanza al populismo –y en concreto a Laclau– remiten a una disputa teórica por el estatuto del agente político privilegiado: pueblo o clase obrera? Quiero decir que, mientras en el populismo laclausiano el pueblo no está dado, sino que surge y se define en la nominación que precede y avala la contienda hegemónica misma, la lucha de clases por la que aboga Žižek precisaría que un grupo social particular (la clase obrera) ocupase el lugar de agente político privilegiado. Desde otro enfoque, ¿podría verse en esta crítica una disputa por el alcance mismo de la política en la que, siempre desde la visión de Žižek, el populismo no representaría mas que un esfuerzo tibio por mantener el sistema capitalista bajo control, pero permaneciendo dentro de su horizonte?
J. Alemán. –Lo has descripto perfectamente. Es cierto que Žižek nunca presenta una versión ingenua de la lucha de clases, la misma siempre está problematizada por la noción del sujeto dividido en Lacan, el antagonismo de Laclau y una visión de Hegel anti-reconciliación.
J. García Molina. – Para finalizar, te pido que te mojes en una cuestión que nos incumbe particularmente. Se ha venido formalizando en el escenario intelectual y académico la idea de que hay dos escuelas en las que el psicoanálisis lacaniano y el pensamiento político se han encontrado: la escuela de Essex (cuyo referente ha sido Laclau) y la Escuela eslovena (encabezada por el propio Žižek). Es cierto, también, que filósofos, como Alain Badiou, han tomado las enseñanzas de Lacan para dar cuenta de su propio sistema filosófico. No obstante, y tú eres el vivo ejemplo de ello, existe otra vía hispanohablante de eso que se ha comenzado a popularizar como “izquierda lacaniana”. ¿Qué posibilidades y qué limites detectas para que esta vía hispanohablante pueda ser considerada como una “tercera vía” en el escenario internacional?
J. Alemán. –Se trata, como siempre, de las huellas eurocéntricas que siempre se imponen, porque las mismas llegan a tener un trasfondo geopolítico que ya cuenta con una densa trama histórica. Lo que se escribe en castellano está ausente, salvo excepciones, en las bibliografías de la mainstream. De esto son responsables los propios latinos y españoles que no asumen que pertenecemos a una nueva realidad donde no es necesario autorizarse citando sólo al Otro europeo. Desde Mariategui, pasando por Mimi Langer y Armando Bauleo, la izquierda y Freud llevan años manteniendo una interlocución histórica de la cual la denominada izquierda lacaniana es deudora.
José García Molina es Profesor Titular de Pedagogía Social, de la Facultad de Ciencias Sociales de Talavera de la Reina, Universidad de Castilla-La Mancha.
Reproducida en J. Alemán, Lacan y el capitalismo. Introducción a Soledad: Común, Granada, Editorial Universidad de Granada, 2018.